NON LINGUAE MORTUAE SUNT, SOLUM CEREBRA DORMITA 

NON LINGUAE MORTUAE SUNT, SOLUM CEREBRA DORMITA 

No hay lenguas muertas, sólo cerebros dormidos 

 

 

Obviar el conocimiento que nos aportan las lenguas clásicas supone renegar no sólo de los orígenes de nuestra sociedad, sino también de las bases de las demás disciplinas. Dicen que el griego es una lengua muerta, pero ¿qué hay más vivo que una lengua que nos ha legado miles de palabras que usamos en nuestro día a día? Es una lengua que nos ha dejado la Ilíada, La Odisea, la lengua en la que fue escrito el Nuevo Testamento y la que hablaba Sócrates, Platón o Aristófanes. ¿No hablamos, hoy más que nunca, de democracia, palabra de origen griego? También podríamos decir que, en parte, el hecho de que escribamos así y no de otra manera se lo debemos al alfabeto latino, que a su vez es una adaptación del griego. 

Quizá el mayor legado que nos ofrece el estudio de las lenguas clásicas sea el poder leer a Homero, Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca o Virgilio. No seríamos capaces de entender nuestra cultura y nuestros imaginarios sin la filosofía y la literatura grecolatinas. Decía Alfred North Whitehead, filósofo y matemático inglés, que toda la filosofía occidental es una serie de notas a pie de página de la filosofía platónica. Y tampoco tenemos que olvidarnos del ámbito de las matemáticas: Euclides, Pitágoras, Arquímedes o Tales de Mileto fueron algunos de los matemáticos más conspicuos de la Antigua Grecia. Por eso, en el campo de la matemática (del griego μάθημα ‘conocimiento’, ‘ciencia’) aún hablamos de los teoremas de Tales, Euclides o Pitágoras o del principio de Arquímedes. 

A la hora de hacer traducciones toca pensar y razonar la declinación que se usa, la conjugación del verbo y demás. Eso hace que adquieras un desarrollo del pensamiento, un uso de la cabeza más lógico y más fluido y en ello equiparo la asignatura del latín al ajedrez. 

Hace unos días, varios cientos de personas se manifestaron en Madrid para denunciar la situación casi marginal que sufren tanto los profesores como los estudiantes de clásicas. El problema no es solo de oferta, sino también de demanda. ¿Por qué tan pocos jóvenes deciden estudiar Latín y Griego Clásico en lugar de Economía o matemáticas? La pregunta conduce irremediablemente a hablar de utilidad. Los estudiantes de niveles medios piensan que estudiar estas asignaturas reduce su abanico de posibilidades laborales, cuando precisamente es al contrario: el estudio de la cultura clásica nos permite entender cómo es nuestra civilización, de dónde venimos y hacia dónde vamos, y, por descontado, nos ofrece una base lingüística esencial para estudiar lenguas modernas. 

 Octavio Palomares, profesor de Griego y Latín.