Decía Ortega y Gasset que “en la construcción de las escuelas hay que partir del estudiante. No del saber, ni del profesor. La escuela tiene que ser la proyección del estudiante, cuyas dos dimensiones esenciales son: una, lo que él es y otra, lo que él necesita saber para vivir.” Es decir, la dimensión curricular y la dimensión personal. Y sobre esta segunda dimensión es donde me gustaría compartir con todos vosotros algunas reflexiones.
Nuestro eslogan CUIDA LA VIDA, PONLE CORAZÓN es una declaración de intenciones de nuestra concreción educativa para este curso académico. Venimos de un estado de confinamiento donde nuestra realidad cambió y debimos aprender a ser, estar y convivir de manera diferente y en ese camino nos dimos cuenta de lo importante que son las relaciones directas con el prójimo. Ese debe ser el gran activo de nuestra escuela: ser una comunidad educativa en formato familia donde somos capaces de empatizar sistémicamente los unos con los otros.
Tenemos una oportunidad magnífica este año donde los objetivos se han reducido a uno solo: ser un colegio seguro donde viven felices nuestros alumnos. Y para ello debemos no solo cuidarnos sino intentar cuidar al prójimo, al compañero, al vecino y al desconocido porque de esta manera seremos agentes activos de una sociedad más humana, más cristiana y más solidaria.
Empezamos este curso con uno retos nunca vistos hasta el momento, pero estamos preparados para ellos. Sabemos que cada día será una prueba donde conseguiremos los objetivos si caminamos todos en la misma dirección tal y como lo estamos haciendo hasta ahora.
Si en tiempos de crisis las reglas cambian, tenemos una oportunidad maravillosa para hacer las cosas de distinta manera y conseguir una escuela brillante en lo curricular y magnífica en lo personal. Una escuela que sea capaz de mirar bajo el crisol de las distintas realidades sociales y familiares para convertirse en un salvavidas entre todos nosotros.
No debemos vivir ajenos a los cambios que se están dando en la sociedad y alzar la voz cuando nuestra misión como escuela de las Hijas de María Auxiliadora se vea desdibujada porque lo que nos jugamos es el futuro de nuestros alumnos y la conversión de estos en verdaderos embajadores de nuestra educación salesiana.
Nuestro colegio debe ser un pilar fundamental, en el entorno que está enclavado, de saber hacer educativo y carisma salesiano.
Si miramos con atención meses pasados nos daremos cuenta que debemos y podemos andar, día a día, por el camino de la esperanza. Una esperanza disminuirá nuestros comprensibles temores e incertidumbres en caminos recorridos por toda nuestra comunidad educativa sabiendo que María precede tanto nuestros pasos como decisiones.
Feliz Curso